Se acerca el invierno, por Diego J. García Molina

Se acerca el invierno

Languidece el verano en los primeros días de septiembre; llegan las primeras lluvias cuya fragancia nos recuerda que la presencia del otoño es inminente; ya se aprecia con tristeza el acortamiento de los días y el frescor tras el ocaso del astro rey pronto requerirá de manga larga. Infortunadamente, la enfermedad que arribó del lejano oriente en primavera no ha remitido; personalmente, tenía la esperanza de que las altas temperaturas del periodo estival acabarían con la pandemia e, igual que vino, desparecería como otra gripe estacional más. Sin embargo, nada más lejos de la realidad y esta terrible plaga continúa afectando a nuestras vidas, y a nuestro modo de vida.

Actualmente nos encontramos con el dilema de perder otro curso escolar o arriesgarnos a agudizar la gravedad de la segunda ola de contagios que se está produciendo con el aumento progresivo durante julio y agosto de contagios, ingresos hospitalarios y, por desgracia, también fallecimientos. A pesar de la preocupación de los padres, el empeño es grande por parte de los gobiernos (central y autonómicos) para que no se interrumpan las clases, como es normal. No obstante, parece que el plan B, una vez más, brilla por su ausencia. Ha pasado 6 meses desde la suspensión de las clases en marzo y era obvio que la posibilidad de rebrotes en octubre, o incluso antes, era alta, como todos los agoreros vaticinaban; era imprescindible haber previsto planes de contingencia, por ejemplo, desdoblamiento de clases, facilitar la educación on-line para niños con problemas respiratorios o para cualquiera de forma voluntaria, y otras medidas que ahora se lanzan de forma descoordinada en diferentes territorios. Deben tener en cuenta que están jugando con la vida de personas, la peligrosidad del virus está fuera de toda duda y el riesgo de contagio en un colegio es extremadamente alto, pues una clase cumple todas las condiciones para la transmisión: muchas personas agrupadas, en una estancia de interior, durante largos periodos; y hablando, que también influye.

La improvisación ha sido protagonista de las actuaciones del gobierno, como en este caso delató el realizar una reunión de coordinación con las autonomías el 27 de agosto nada menos. Todos nuestros dirigentes se fueron de vacaciones en agosto igual que cualquier año sin entender el compromiso que aceptaron cuando se postularon para cargo público. Ni con una crisis sin precedentes en España desde la guerra civil han sido capaces de perdonar un día. No entienden que para una autoridad de máxima responsabilidad no existen los domingos, festivos o vacaciones en situaciones excepcionales.

Por otro lado, no llego a entender como en este segundo repunte de contagios de nuevo volvemos a ser el país más afectado. Tenemos más ingresados en UCI que Alemania, Francia e Italia juntos. Por cierto, en el momento de escribir este artículo 976 ingresos en UCI en España frente a los 133 de Italia, parece que nuestros vecinos si han aprendido la lección. He repetido numerosas veces, a quien me quiere escuchar, que quizá uno de los principales motivos de ello ha sido que mientras en Italia los efectos de la enfermedad han sido para el país una tragedia sin paliativos ni justificaciones, aquí en España las excusas del gobierno ha sido la norma y la estrategia con el objetivo de esconder su ineficacia, cuando no incompetencia, al afrontar la crisis sanitaria. El encubrimiento de casi la mitad de los fallecidos, personas en televisión bailando y cantando en sus balcones, aplausos, agradecimientos, como si todo fuera un simulacro, ha calado en la mayoría de la población quedando la sensación de no haber sucedido nada. Y, además, que el peligro había pasado, con el mentecato esfuerzo del ejecutivo en junio para relanzar el turismo animando a la población a ir a la playa y consumir, para evitar que el turismo internacional rehuyera nuestro país. Salimos más fuertes, ¿recuerdan? Lo peor de todo es que dicho esfuerzo no ha impedido que la temporada turística sea un completo fracaso.

La dicotomía de muchos países osciló entre proteger la economía o la salud de la población; en España se estableció el confinamiento más extenso y severo, condenando de ese modo la economía, mas no libró a España de ser uno de los países más damnificados del mundo en fallecimientos, colapso hospitalario e incluso personal sanitario infectados de covid-19. El hundimiento del PIB, la subida del paro, y otros indicadores socioeconómicos son desoladores. No encuentro la situación de otro país, excepto quizá Italia, al que esta pandemia haya perjudicado tanto a su modelo productivo. Quiero decir que no somos tan diferentes de Grecia, Italia, Francia, Alemania, Suecia, etc. ¿Por qué nuestra economía deteriorado en tan alto grado? Creo que todos tenemos una respuesta, ya sea un exabrupto o una coartada.

El caso es que se empieza a hablar de prejubilaciones masivas en empresas, ERTES’s que se convertirán en ERES’s con el despido de asalariados a los que no se pueda mantener en sus trabajos, cierre de empresas, cese de actividad de autónomos, paro desorbitado, etc.; la recuperación del mercado laboral y la economía va a ser lenta y dolorosa para las familias concernidas. Se acerca el invierno, una etapa dura en el que necesitaremos una implicación y compromiso de todos los partícipes sin vetos ni sectarismos, poniendo en primer plano y como prioridad el bienestar y beneficio de los españoles, aunque sea solo por esta vez. Quien no esté dispuesto a ello mejor será que se aparte.

 

 

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